Por Carmen Moreno Carmona
Este fin de semana he estado en un curso en un pueblo de Marruecos, en la costa, cerca de Melilla. Lo daba Mustafa Ben Lahamar
Me
enteré por casualidad por una amiga que vino desde Portugal y pasó por
mi casa y así sin pensarlo me fui con ella. Si lo hubiera sabido, antes
lo hubiera avisado por si alguien quería ir.
El viernes prácticamente estuvimos de viaje, entre barco, aduana, camino y alojarnos, se nos fue el día.
El
sábado decidimos quedarnos en el hotel y pintar en la puerta. Mustafa
nos hizo una demostración que es la acuarela de la puerta, que
para mí es la mejor de todas. Después de él cada uno hicimos lo que
pudimos.
Después nos fuimos al mercado
medieval, le decía Mustafa porque vendían los productos de la huerta,
que habían llevado con burros, como vienen haciendo desde lo más lejano
de los tiempos.
Después de una sabrosa
comida y nuestra merecido descanso nos
fuimos a la playa donde Mustafa
hizo una demostración y después pintamos a nuestras
anchas.
El domingo nos fuimos a comer un
desayuno típico de Marruecos, en un bar local, que consistía en un huevo
frito, aceitunas y queso de cabra. También había unas tortitas con
queso fresco y miel zumo natural y café o té. Ya sé que se os hace la
boca agua.
Como llovió un poco, nos metimos
en la terraza cubierta del hotel, donde Mustafa nos obsequió con una
demostración y después de pintar
cada uno lo suyo,
comimos y recogimos.
La vuelta fue toda una
epopeya, porque en la aduana había obras y no sé qué problema que
estuvimos de 5 a 8 para cruzarla, perdimos el barco de las 6 que
teníamos planeado y cogimos a las 9h. por lo que entre desembarcar,
buscar coche y trayecto a Jerez, llegamos a casa a las 12.
Siempre
que me pasa algo así en Marruecos, digo que no voy a volver nunca más,
pero al día siguiente ya estoy pensando en el próximo viaje.
He conocido
a un gran pintor, nueva gente, y Mustafa me regaló una acuarela, qué
más se puede pedir?
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